La franquicia Chávez

El concepto de Chávez no sólo funciona en el barrio pobre, sino también en Washington...

Cómo interpretas la acción de Chávez frente a los eventos de Honduras? La respuesta me vino natural: "IT'S SHOW TIME FOR THE SHOWMAN".

Chávez no podía perder esta oportunidad para capitalizar muchos centímetros por columna alrededor de un evento que consolida su liderazgo irreverente internacional.

Vayamos desde el principio. Hubo un golpe de Estado en Honduras. Técnicamente, cualquier demócrata serio tiene que rechazarlo contundentemente. La reacción unánime de toda la comunidad internacional así lo demuestra. Apoyar entonces al Presidente depuesto es una acción de Chávez que nadie puede cuestionar. Es una jugada hiper segura para quien, aparentemente, no está defendiendo a un sátrapa, como alguno de sus otros panas, sino a un Presidente reconocido por el mundo moderno y elegido por el pueblo.

Pero si profundizamos, vamos a conseguir algo mucho más interesante. En realidad, Chávez no está defendiendo a ese líder, quien probablemente le tiene sin cuidado. Lo que le interesa es el show alrededor de la defensa de su franquicia, esa que ahora exporta por el mundo como si fuera Ronald McDonald's.

Me refiero a la nueva estrategia para consolidar revoluciones y mantenerse indefinidamente en el poder, en la que Chávez es un verdadero Pro. Podemos llamarla: la democracia procedimental.

Mientras el pasado estaba lleno de autócratas que tenían que reprimir para sostenerse en el poder de manera ilegítima, la propuesta Chávez se basa en concentrarse, única y exclusivamente, en los procesos electorales para conseguir y mantener el poder, despreciando por completo el resto de los componentes fundamentales de la democracia, como son: el respeto a las minorías, la división de poderes, acato de las leyes y la alternancia. El eslogan parece decir: si logras ser popular y que el pueblo te elija por cualquier vía (incluyendo el uso arbitrario de recursos públicos y el control institucional y de las comunicaciones) no importa entonces lo que hagas después, incluso contra la Constitución y las leyes, porque estás blindado políticamente, ya que cualquiera que intente defenderse de tus avances no democráticos, terminará siendo un golpista. Es perversamente perfecto.

Lo más interesante para mí es que durante mucho tiempo había creído que ese concepto de democracia procedimental funcionaba únicamente en las masas populares porque estos nuevos revolucionarios eran capaces de aprovecharse de su ingenuidad, no sólo para convencerlas con populismo, ofertas de inclusión y discursos revanchistas, sino porque en el fondo, la gente pobre simplifica la democracia. Para la mayoría, es simplemente votar, dejando todo lo demás para un debate más sofisticado y abstracto, que ni les interesa ni entienden. Pero lo que estamos viendo ahora, en torno al caso de Honduras, es que el concepto de Chávez no sólo funciona en el barrio más pobre, sino también en Washington, París, Brasilia o México.

Nadie puede tomar en cuenta ahora el conflicto de poderes que Zelaya generó en su país, intentando violentar la Constitución. No es posible (y no lo intento aquí) justificar su salida violenta del poder, aun cuando desconoció abiertamente a los poderes autónomos de su país, también elegidos por el pueblo, porque entre otras cosas, lo único que puede medirse de manera tangible en la democracia es la elección y es de ese proceso del que se valen, franquiciante y franquiciados, para construir el caparazón que les permite concentrar y abusar del poder, destruir adversarios y aún así ostentar el título de demócratas.

¿Que Chávez se iba a perder ese boche? Ni loco, si es que en todo este show, el caudillo bolivariano es la descotada vedette principal, mientras Zelaya no es más que una desplumada y descolorida bailarina secundaria del Tropicana.

Luis Vicente León / El Universal

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